Pedals d'Occitània 2012 (La previa)

Creo que fue el pasado 2009 cuando Nando y un servidor nos embarcamos en lo que en aquella época nos pareció una odisea sin precedentes. Íbamos a hacer, ni más ni menos, que la Pedals de Foc, ruta por etapas que discurría rodeando los parajes incomparables del Parc Nacional d’Aigüestortes. La prudencia hizo que nos decidiéramos a hacerla en 4 etapas y tal fue el gozo y la plenitud que sentimos pedaleando tan cerca del cielo, que una vez finalizada, ambos supimos en nuestro interior, que tarde o temprano volveríamos para realizar la ruta hermana de la citada Pedals de Foc: la Pedals d’Occitania.

Y por fin, este iba a ser el año. Bastó un simple SMS diciendo “¿Cómo lo tienes para hacer este verano la Pedals d’Occitania? Dime algo.”, para que moviera algunos hilos, recibiera luz verde inmediata de la patronal y todo quedara visto para sentencia. Bueno, casi todo. ¿Por qué no intentar convencer al máximo número de Macos posible a que nos acompañaran en esta aventura? Desgraciadamente y casi de forma automática, la lista de potenciales incorporaciones se redujo a 2 elementos: Coppino y MAD. El resto, qué le vamos a hacer, o estaban demasiado ocupados haciendo fotos de lo que engullían o estaban ilocalizables o su pasión por la BTT hacía tiempo que brillaba por su ausencia. Y así fue como, tras finalmente confirmar MAD su baja, Coppino, Nando y Fran formarían el elenco de Macos que se embarcarían camino a Vielha para darse un homenaje BTTero como Dios manda.

Las referencias que teníamos de Pedals d’Occitania eran que resultaba sustancialmente diferente a Pedals de Foc. Si esta última se caracteriza por pistas anchas, escasez de tramos técnicos y subidas largas y tendidas, Pedals d’Occitania es justamente lo contrario. Abundancia de senderos, singletracks, tramos técnicos tanto se subida como de bajada y en general, una ruta más explosiva en subidas quizá más cortas, pero mucho más intensas.

Un presupuesto ajustado y la imposibilidad de pasar muchos días fuera de casa, hizo que nos decantáramos por hacer el recorrido en 3 etapas, cosa que la organización aconsejaba solo para gente “muy preparada”, ya que la ruta nos quedaba dividida en etapas de 70, 90 y 70 kilómetros, con desniveles aproximados de 2600, 2300 y 1400 metros respectivamente. Alguno pensará que no es para tanto. Es cierto, a priori no es para tanto, pero claro, no es lo mismo circular por una pista ancha y en buenas condiciones, que por kilómetros y kilómetros de senderos, algunos de ellos de lo más “trillados”.

En definitiva, esto era lo que nos esperaba...

Perfil de la Ruta

Datos de Interés

230Km.
6325m. de desnivel positivo acumulado
Entre 19h30 y 23h30 de pedaleo según la organización.
Más de 100Km. de subida, 40 de ellos entre el 5% y el 10%, 12 entre el 10% y el 15% y rampas máximas cercanas al 30%.
Destacar el Kilómetro de Oro con una pendiente media del 20%.
Índice IBP: 414

El vehículo oficial de la ruta fue el hierraco de Coppino, famoso por haber transportado en su buena época, cinco bicicletas y cinco ciclistas. Qué tiempos aquellos…

Tras pasarme a recoger con unos buenos 20 minutos de retraso y con mi móvil echando humo gracias a los mensajes de Nando (“¿Os voy a tener que estar esperando toda la Pedals”), por fin llegamos al WOK de al lado del Parc Vallés, justo a tiempo de evitar que al pobre Nando le diera una insolación. Cargamos su bici, comemos, echamos gasolina y carretera y manta. Al volante, el gran Coppino y su gorra moladora.

Entramos en la autovía y…

(Voz grave a lo Juanjo Cardenal de “Saber y Ganar”)

¡¡¡Atención, pregunta!!!

¿¿¿Qué tienen en común Lincoln Hawk (Stallone en “Yo, el Halcón”), Snoop Dogg y Coppino???

¡¡¡Tiempo!!!

……….

……….

……….

Ni idea, ¿eh?

Es fácil. Los tres se giran la gorra antes de machacar a sus adversarios.

Efectivamente, en un momento dado, Coppino fija la vista al frente, se pone la visera de la gorra en la nuca y hunde el pie en el acelerador, ante el quejido lastimoso de su ya curtida fragoneta.

Su conducción no tiene desperdicio, amigos. Es como los bebés, desconoce lo que es el miedo. El sonido de los neumáticos chirriando al tomar la curva en la rotonda de entrada a la autovía ya nos indicó claramente a lo que nos enfrentábamos, un loco del volante.

Nando se echaba las manos a la cabeza pensando en los últimos 70km. antes de llegar a Vielha, presididos por una cantidad ingente de curvas cerradas que podía suponer nuestro final, dada la curiosa afición de Coppino de acelerar a saco al entrar en las curvas.

El tramo de autovía hasta la salida hacia la Vall d’Arán transcurrió sin problemas. Sin embargo, fue volver a la carretera convencional y volver a mascarse la tragedia. Lo de Coppino es digno de estudio. Puede cruzarse con un trailer de 18 ruedas a escasos centímetros, sin pestañear. Emana seguridad por los cuatro costados.

Sin embargo, es ver cruzarse inocentemente a unos 100 metros por delante una lata de cerveza y empezar a pegar volantazos frenéticos intentando esquivarla.

Cambiad “lata de cerveza” por “bolsa de plástico levitando en el horizonte” y el efecto es el mismo, ojos desorbitados y volantazos bruscos.

Es ahí cuando Nando ya no puede más y empieza a cantarle la caña al pobre Coppino, citando todos los “fallos graves” que comete conduciendo y amenazando con que a la vuelta “las cosas serán muy distintas”.

Coppino y Nando, deambulando por Vielha

Llegamos a Vielha a las 19:30, justo la hora que había vaticinado, y nos dirigimos directamente a la oficina de Pedals de Foc a recoger nuestros macutos, compuestos por el libro de ruta, soporte para la bici, mapa de la ruta, barrita energética, bidón, track para el Garmin y propaganda varia. 

Coppino, jodiendo el cartel...

A continuación, cervecitas de rigor y posteriormente, traslado a Escunhau, donde viven mis padres y que será nuestro cuartel general antes y después de la ruta.

Solo una cerveza y mirad qué caretos...

Allí nos esperan ya con más cervecitas y una cena por todo lo alto acompañados de mi hermano Javi y mi cuñaáááá Thais, que nos deja el buche bien cargado para lo que se nos avecina.

Araneses de toda la vida...

Poniéndonos ciegos a comer...

Y lo que se nos avecina no es ni más ni menos, que un Barça-Madrid de Supercopa. Y qué mejor lugar para verlo que el Millenium, el bar de copas de mi cuñáááá, en Arties.

El trayecto hacia Arties es fugaz… Por más que lo intenta, Coppino no consigue evitar que mi cuñáááá le pase la manita por la cara… Incomprensiblemente, no es capaz de aguantar un ritmillo de 140Km/h por una carretera de curvas presidida por la más absoluta oscuridad.

En el Millenium Coppino puede gozar de su inseparable Larios, Nando da buena cuenta de Voll-Damms bien frías, mientras que yo canto los goles a ritmo de Estrellas.

Analiza la foto, Mechanic... El paraíso...

Coppino, enloquecido tras el tercer gol...

Lo que pudo ser una noche memorable, se va a tomar por culo gracias a una desafortunada jugada del amigo Valdés, que tendría las consecuencias predecibles una semana después, pero bueno, tampoco vamos a profundizar en el tema, que esto es un blog de ciclismo, ¿no? Ejem…

Antes de irnos a dormir, preparamos los macutos del día siguiente, montamos los soportes en las bicis y nos vamos a la cama.

Que en Vielha hace fresquito por la noche lo sabemos todos, pero Nando… ¿Qué sentido tiene acostarse en gayumbos y luego hacer la cuchara con Coppino para entrar en calor? ¿Quizá que alguien tenía que pagar el error de Valdés?

Por otro lado, si Coppino duerme en agosto con manga larga, pantalones, calcetines por las rodillas y tapado hasta los ojos, ¿qué hará en pleno invierno?

Ya dijo él en cuanto pisó Vielha: “Yo aquí en invierno no aguanto…” 

Total, que eran casi las dos de la mañana cuando finalmente nos quedamos dormidos pensando en el error de Valdés… Digo, en la maravillosa aventura que nos esperaba tan solo unas pocas horas después.